Redacción
Pontevedra, 19 de febrero de 2025.- Desplazadas y olvidadas por cultivos más productivos, las variedades autóctonas de hortofrutícolas, legumbres y cereales están regresando al campo gallego gracias a bancos de semillas que las preservan desde hace décadas y empresas que apuestan por recuperar los sabores y aromas de antes.
El rico patrimonio vegetal de Galicia ha ido perdiendo terreno frente a variedades foráneas o híbridas, enfocadas a maximizar la producción con cosechas más uniformes y fáciles de mecanizar. Sin embargo, décadas después, muchos agricultores están optando por regresar a las variedades locales.
«Se han dado cuenta de que usar siempre las mismas dos o tres variedades comerciales no es lo más indicado. Se dio mucho valor a tener mucha producción de semillas, pero ahora hay otros aspectos que cobran importancia, como mejor sabor, otros colores o cualidades nutritivas diferentes», explica Paula Rodiño, investigadora del grupo de Biología de Agrosistemas de la Misión Biológica de Galicia.
Centro del CSIC en su sede de Pontevedra
El centro del CSIC en la sede de Pontevedra alberga uno de los dos bancos de germoplasma gallegos, que almacena en cámaras frigoríficas a cuatro grados miles de variedades vegetales, la mayoría autóctonas.
Este banco custodia más de 1.500 variedades de leguminosas, principalmente judía, pero también guisante, garbanzo y altramuz, junto con más de 600 variedades de coles, la mayoría muy características de Galicia, como los grelos, la nabiza y el nabicol. Además, dispone de más de 300 variedades de maíz, incluyendo dulce y para palomitas, más de un centenar gallegas, así como unos 50 genotipos de vid de Galicia y Asturias y unas 20 variedades autóctonas de olivo centenario gallego.
Los investigadores, que empezaron a recolectar estas semillas y plantas en los años 70 y 80, trabajan para preservar, estudiar y mejorar genéticamente las variedades locales, que son más heterogéneas y permiten tener cultivos más resistentes y mejor adaptados al clima gallego. «Queremos mejorar nuestros cultivos para que sean resistentes a plagas y enfermedades y tengan más rendimiento, por eso necesitamos buscar esa variabilidad, y el mejor sitio para buscarla es en las variedades locales», afirma Pilar Soengas, científica titular del grupo de brásicas (coles).
Evitar su desaparición
El trabajo de los bancos de germoplasma ha sido crucial para evitar la desaparición de variedades autóctonas. «Cuando yo empecé, en 1987, muchas variedades de vid estaban a punto de desaparecer», recuerda Carmen Martínez, científica responsable de viticultura, olivo y rosa. Martínez señala que «las denominaciones de origen que se fueron creando pudieron incorporar algunas de estas variedades gracias a nuestro trabajo de descripción, recuperación y conservación».
El vino y el aceite son mercados «muy competitivos» y utilizar variedades «únicas» ofrece una gran ventaja, dice Martínez. Así, a estos investigadores acuden agricultores, cooperativas, empresas y restaurantes en busca de semillas, y tienen en marcha proyectos de investigación con el sector productivo.
«Si tú desarrollas un producto de mayor valor añadido, quizás no te importe tanto que no sea productivo», asegura la jefa del grupo de maíces, Rosana Malvar. En Galicia, el maíz destinado a hacer harina para pan o empanadas es un claro ejemplo de esta tendencia, dado que las variedades autóctonas tienen un sabor muy demandado por la población. Esta demanda se traduce en proyectos con empresas como Acuña, una cadena de panaderías que busca «una harina que sepa como antes». Malvar señala que esta singularidad puede incluso ayudar a fijar población en la zona.
Se inician en Galicia los 5 proyectos en el marco de @Momentum_CSIC liderados por @mbg_csic, @iegps, @IIM_CSIC e @IncipitCSIC. Conócelo aquí.
Apuesta por la comercialización
Hasta hace cuatro años, no existía ninguna empresa gallega que impulsara la comercialización de variedades locales, un hueco que decidió llenar Sementares. «Hay una apuesta en la distribución alimentaria de Galicia por estas variedades tradicionales, porque el consumidor se ha dado cuenta de que cada vez se aprecia más un tomate que tenga aroma y sabor, en vez de uno que se mantenga semanas en el lineal», afirma Fernando Almeida, director técnico de Sementares.
El catálogo de esta empresa incluye semillas certificadas de trigo, maíz, judía, pimiento, tomate, grelos o berza, entre otras. En un mundo cada vez más globalizado, el pequeño agricultor tiene «casi imposible» competir en precio con los grandes productores. Por ello, Almeida defiende que el nicho de mercado que les queda es ofrecer un valor añadido: «diferenciarse desde la materia prima».
La preferencia por la producción local y de proximidad también se ha convertido en otro motor para las variedades autóctonas, y no únicamente en productos como las hortalizas. Un ejemplo de ello es la colaboración que tiene Sementares con Estrella Galicia para impulsar el cultivo de cebada maltera en A Limia, destinada a producir una cerveza 100 % gallega.
